domingo, 11 de noviembre de 2007

Ella sabia que había algo más.
que esos círculos tenían una necesidad, necesidad.
podía notar, que entre el musgo, había ciudades de incolorados.

Con esa percepción, entendía:
podía ser todo lo que quería.
elegir entre ser una alcancía hasta una princesa.
una articulación antigua o el humo efímero de algún fumador de Paris.

Mujer, gato, flor, ángel, médico o pez.
y entre tanta variedad, se le dio por una.

Se sacó el origami, y lo decoró con vibraciones más piramidales, quería conectarse con lo etéreo...
entonces dejó de interesarle ya lo terrenal. terreno de inconciencia, decía.
-como 1000 baterías recargables en un vaso de agua, intoxicante fórmula-
pocos segundos después, consiguió que dejara de importarle el suburbio, la música moderna y las calculadoras matemáticas.

Pasaron los años y sin querer me la encontré sobre callao y santa fé, llevaba puesta una cola de serpiente bajo su manto y sus dientes, me reconoció a distancia de hormiga y me arrastro hacia su guarida, tomamos un te de semillas positivas.

Mi muñeca galáctica me decía, siempre te tendré presente como un fiel perro que a su amo jamás le miente tú serás parte de mi suerte espacial, gracias por crearme y dejarme volar.

De todos modos adquirió un teléfono amarillo y cada tanto llama para hacer preguntas.

Una vez me preguntó:
por qué te brillan los ojos cuando sonreís?

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